AJUSTE DE PIEL

Han pasado dos años desde que empezó este proceso de obra. Tres agostos han pasado y tres hitos ha tenido este trayecto.

El inicio. En agosto de 2019, con una amiga y colega artista reflexionábamos sobre la piel y la nostalgia de tocar y ser tocadas. Esta nostalgia aumentó luego, con la pandemia, y la imposibilidad de ver y abrazar a personas con las que antes nos encontrábamos. En el camino descubrí que esa nostalgia no era de corto plazo. Tenía antecedentes mucho más antiguos a ese momento, en que la coyuntura no nos permitía estar físicamente cerca de personas con quienes teníamos alguna relación de cariño.

Darse cuenta. En el proceso de estas reflexiones hice un descubrimiento, o una toma de conciencia. Mi madre no me amamantó. A los pocos días de nacer me dejaron hospitalizada debido a mi nacimiento prematuro. Cuando volví a casa, a mi mamá ya no le bajó la leche.

Preguntando a mi madre sobre mi nacimiento y esto de haber estado enferma tan pequeña, me di cuenta de que, además de no haber podido ser amamantada, tampoco fui tocada, porque esos problemas de salud tenían que ver con la maduración de mi piel, y cualquier roce o presión me provocaba heridas y erosiones. La solución fue no tocarme.

Deduzco que mi madre, en su afán de protegerme, no permitió que mi padre me tocara. Además, estaba dolida con él, pues el período de embarazo y nacimiento lo pasó en soledad, no estoy segura si literal o emocionalmente, ella no entró en detalles. Cargué así, por mucho tiempo, con una soledad transgeneracional. Al menos con la de mi madre.

Por mucho tiempo me expliqué este desapego de mis padres y mi familia desde mí, entendiéndolo como mi responsabilidad, por decisiones que yo tomé, incluso algunas de ellas siendo muy niña. Viviendo el proceso de esta obra entiendo que ha sido consecuencia de estos hechos de la infancia. Y que ni yo ni mi madre somos responsables, simplemente hemos cargado con el peso de los acontecimientos.

La obra como restauración. El desapego ha repercutido en toda mi vida y mi forma de relacionarme con las personas, así que, con esta obra, tomo la decisión de realizar un gesto de restauración que me haga soltar y sanar esta etapa, dejando atrás esa sensación de abandono que me acompañó por mucho tiempo, perdonando esos sucesos y asumiéndolos como un período de aprendizaje que hay que dejar en el olvido. Será una lección superada.

En lo concreto:

Paso 1: Obtener improntas de mi cuerpo sobre tela. Las piezas fueron realizadas el 19 de agosto del 2020.

Paso 2: Cortar las telas en formato de páginas para uno o varios libros textiles. Hilvanar los bordes. Fue realizado en los meses posteriores (a agosto 2020) y se obtuvieron 3 libros.

Paso 3: Pedir a mi madre que cosa los bordes de estas páginas con su máquina de coser, así ella estará obligada a tocar mi cuerpo, sin darse cuenta. Este será el gesto de restauración. Sin saber que soy yo quien está retratada en esas telas, ella me tocará todo lo que no me tocó cuando era pequeña, y así se compensará simbólicamente esa falta. Hicimos esto el 17 de agosto de 2021. La deuda está saldada. Mi piel se siente ajustada.

Además, la obra cuenta con una serie de imágenes de cuando yo era niña, impresas en páginas de tela traspasadas a la piroxilina, que van desapareciendo poco a poco, cuya secuencia sigue con la aparición de un retrato mío actual, plena y feliz (también aquí quiero forzar al destino).

Es el desenlace.

Agradecimientos: Matilde Muñoz, Fabiola León, Renata Abara y Ana Maulén. 

Esta obra fue exhibida durante la exposición Ella, curada por Ángela Cura Méndez, de Andes Residencia, en el Museo Antonio Paredes Candia de la ciudad de El Alto, Bolivia, durante el mes de noviembre 2021, gracias a las gestiones de la artista Rocío Chuquimia; y luego, en el Espacio de arte contemporáneo Materia Gris, de La Paz, durante el mes de octubre 2021.

Carola Cofré Muñoz - Colbún - Región del Maule - Chile
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