EVOCAR LA PALABRA
Intervención
en lecho del embalse Colbún
Registro en vídeo. Gigantografía en letrero caminero
Lugar de exposición: Cooperativa de Agua Potable RAU.
Colbún, Chile. Noviembre - Diciembre. 2016.
EVOCAR LA PALABRA representa un llamado de atención a la conciencia sobre la realidad. Es una invitación a la conversación a través de la generación de inquietud y curiosidad a partir de la enunciación de una simple verdad: Esto no es un lago, haciendo referencia a la naturalización del artificio del embalse Colbún para su comunidad cercana, dejando de ver el impacto medio ambiental y social que implicó en la comuna la instalación de una megahidroeléctrica en su geografía.
Mira aquí el vídeo:
Revisa el catálogo de la Primera Residencia de Arte Colbún 2016:
LA PALABRA
Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
Stella Díaz Varín
Hemos dejado de narrar nuestra historia, nuestras historias.
En una encuesta realizada a 90 jóvenes del liceo de la comuna, acción que fue el comienzo de mi proceso creativo dentro de la residencia, les pedí que escribieran palabras asociadas al concepto "Colbún". Estos muchachos, que nacieron hace 15 ó 18 años atrás, afirman, bajo este ejercicio, que tenemos dos lagos: el Colbún y el Machicura.
Según la encuesta, los jóvenes consultados usan la mitad de palabras que sus padres, sin darse cuenta que al disminuir la capacidad de expresarse, se reduce también la conciencia. Se nos acaban las palabras para nombrar la realidad, se reducen los significados y se nos achica la responsabilidad por lo que está a nuestro alrededor, porque no lo conocemos. Conocer es saber nombrar, y como ya no sabemos qué es lo que nos rodea, nos despreocupamos y dejamos de ser conscientes.
Los habitantes de esta comuna somos la prueba fehaciente de que el lenguaje crea realidad. Desde el proceso de instalación de una empresa se nos repitió tantas veces que teníamos lagos y con éstos un gran futuro turístico, que naturalizamos la situación, olvidando que los llamados lagos son embalses que provienen del artificio.
Ya no invertimos tiempo en elaborar una narración de cómo fue que llegamos hasta aquí. No sabemos explicar por qué existen ciertos elementos en el paisaje de la comuna, obviando que esta comunidad existía mucho antes que la gran empresa se instalara en nuestro territorio con su maquinaria extractiva.
Por otra parte, hoy, siguiendo la tendencia global, los habitantes de esta comuna queremos estar siempre conectados a las redes sociales, sumando amigos y me gusta, sin memoria, sobrealimentados de presente. Digitando mensajes y apenas dirigiéndole la palabra al que está al lado. Y qué decir de vivir conscientemente nuestras circunstancias. No vivimos en la ciudad pero aspiramos al cemento, ya no queremos los pies embarrados. Ser campesino es cosa del pasado.
Tal vez estas son las razones que nos impiden ver la invasión de nuestro territorio y sus consecuencias. Quizás por eso no hablamos de ciertos temas y normalizamos la extracción indiscriminada de nuestros recursos aceptando la mentira.
Por ejemplo, el turismo lacustre fue ofrecido como el negocio de la prosperidad. Colbún era, a mediados de los 80, "la comuna del futuro". Los que se arriesgaron hoy son temporeros turísticos, que solo pueden trabajar en verano.
Pero esta es una realidad encerrada detrás del pretil, que no solo contiene las aguas del embalse, sino que además separa al pueblo y sus habitantes del paisaje. El colectivo no habla de los problemas de los emprendimientos turísticos. Tendrían que propiciarse espacios de conversación, y no tenemos tiempo. Cada uno tiene sus propias ocupaciones.
Aislados los unos de los otros no compartimos preocupaciones comunes. No tenemos pasado, en nuestra comuna no hay historia escrita y hemos dejado de lado las narraciones. ¿Desde dónde partimos para contemplar la realidad actual?
Podríamos tratar de reordenar nuestra historia. De renombrar. De denominar como corresponde los acontecimientos, los hitos, los lugares, los apéndices que hemos adquirido con el progreso. Eso nos ayudaría a recuperar la memoria. O, mejor aún, a dinamizarla y hacerla convivir con el presente, dejándonos influenciar por las antiguas palabras y proyectándolas hacia el futuro.
La obra que propongo, Evocar la palabra, es un llamado a usar el poder de lo público para mirarnos en el espacio común, aquel que nos obliga a conversar por el solo hecho de estar juntos. ¿Podrá un simple texto lograr esto? Tal vez no, pero una pequeña verdad puesta en evidencia, muchas veces ha sido el detonante que encendió la mecha. No quiero una explosión, pero sí busco a través del gesto de escribir sobre el lecho desnudo del embalse (la verdadera superficie, desierta y sin vida), provocar una reflexión, un encuentro, un intercambio de opiniones, un llamado a ser conscientes de dónde estamos en realidad. Transformar una sencilla verdad enunciada en experiencia ¿Por qué no?
La experiencia es el conocimiento generado a partir del haber estado presente en un acontecimiento. Comunicarse en estos tiempos pasa a ser este acontecimiento excepcional, donde es necesario mirarse y mirar, respetar, reconocer el valor del otro; y escuchar. Podríamos empezar por conversar.
Tomarnos la palabra. Definirnos nosotros mismos. Nombrarnos. Educar a nuestros niños y niñas según nuestra realidad: rural, campesina, montañosa e invadida por los tendidos eléctricos. A estas alturas ya no son necesarios algunos libros que nos cuentan de un Chile homogéneo. Nuestra realidad es más amplia y diversa, y también merece ser reconocida y estudiada, conversada con alguien al frente, cara a cara, sin pantallas de por medio.
Tenemos en nuestras manos las piezas para armar el rompecabezas, hay que tomar una cada uno y comenzar...
Carola Cofré Muñoz
Texto y obra producidos durante la Residencia de Arte Colbún 2016. Colbún, Chile.
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